El derecho a despedirse y la insensibilidad política: la tragedia en los pueblos de Valencia, Médicos por la Verdad en Paiporta
Cuando una catástrofe golpea con fuerza, las prioridades deben centrarse en aliviar el sufrimiento humano, ofrecer consuelo y devolver, en la medida de lo posible, la dignidad a quienes lo han perdido todo. Sin embargo, en el epicentro de la tragedia en la zona de Valencia, la gestión política desafía estos principios. Frente a la devastación causada, los relatos desde la «zona cero» revelan una respuesta oficial tan fría como ineficaz. Más allá de la ayuda material, destaca la profunda desconexión de los responsables políticos con las necesidades humanas más esenciales.
Las palabras de una Médico por la Verdad, Blanca, en Paiporta, Valencia, pintan un panorama desolador de improvisación, necesidad urgente de material y descoordinación entre las autoridades. Su testimonio transmite la situación extrema en la que se encuentran los servicios de emergencia: calles llenas de barro, casas sin luz, coches bloqueados en las carreteras y una interminable espera de ayuda institucional. Y a pesar de todo, la comunidad ayuda a salir de esta. Los vecinos, los pocos voluntarios que han podido entrar ante la orden del ministro del Interior de que los voluntarios no podían acceder a la zona cero, el personal sanitario y médicos como Blanca hacen lo que pueden, aportando manos y voluntad donde la maquinaria institucional lleva demasiado tiempo ausente. Blanca dice que aún está pendiente lo más básico: retirar los escombros, restablecer el acceso a las calles y coordinar un mínimo de ayuda logística. Ante la falta de apoyo, la doctora responde con esfuerzo y voluntad, pero su trabajo, como ella misma indica, se enfrenta a constantes limitaciones. La emergencia no puede atenderse solamente con buena voluntad, requiere una infraestructura que las autoridades no están proporcionando.
Por otra parte, las declaraciones de la consejera de Turismo, Industria, Innovación y Comercio, Nuria Montes, parecen evocar los recuerdos más duros de la pandemia, cuando se prohibió a los familiares despedirse de sus seres queridos. Su postura de impedir a las familias acceder a los cuerpos de los fallecidos o acompañar a sus seres queridos en sus últimos momentos es difícil de justificar. Tal decisión, además de cruel, parecía responder más a una lógica burocrática que a una empatía genuina. En momentos de duelo y tragedia, cuando cada segundo de espera ahonda el dolor, pedir a los familiares que se limiten a esperar «en casa» es tan insensible como inhumano.
Es inaceptable que en una situación catastrófica como la que atraviesa Paiporta, las autoridades den prioridad al mantenimiento de un rígido protocolo sobre la necesidad de ofrecer consuelo y humanidad a quienes han perdido a sus seres queridos. El mismo argumento se utilizó durante la pandemia para evitar despedirse en los funerales, lo que obligó a sacrificios extremos en aquel momento. No podemos permitir que esas situaciones se repitan, y puede que se repitan ahora. Las familias tienen derecho a estar cerca de sus seres queridos, a velarlos y a darles el último adiós. Privarles de este derecho, en nombre de la frialdad burocrática, es un acto que debería hacernos reflexionar sobre qué tipo de sociedad y qué tipo de respuesta pública estamos construyendo.

La disculpa de la consejera es insuficiente: pide perdón pero no brinda respuestas
En una segunda intervención en vídeo, la consejera de Turismo, Nuria Montes, ha pedido disculpas por sus insensibles palabras sobre las restricciones impuestas a los familiares de los fallecidos en Valencia. Ha reconocido su falta de empatía y la dureza de sus declaraciones iniciales, disculpándose públicamente en varias ocasiones. Sin embargo, su mensaje ha dejado sin resolver la cuestión esencial: ¿se permitirá finalmente a las familias despedirse de sus seres queridos?
Aunque sus disculpas intentan aliviar el dolor causado por su rigidez inicial, el verdadero conflicto sigue sin respuesta. La cuestión de fondo, la negativa a permitir el acceso de los familiares a las víctimas fallecidas, sigue en el aire. Montes pide perdón, pero no ofrece claridad sobre si este protocolo seguirá vigente o si, como exigimos desde el pueblo, se permitirá a las familias llorar y rendir un último homenaje a sus seres queridos.
En un momento de tragedia, es fundamental que los dirigentes no únicamente se disculpen, sino que respondan a las necesidades humanas más básicas con acciones concretas. Mantener esta cuestión en abstracto crea una barrera adicional para los familiares, que ya están experimentando un duelo profundamente doloroso. Pedir perdón es un paso en la dirección correcta, pero lo que las familias necesitan es una respuesta concreta: la posibilidad de estar cerca de sus seres queridos en sus últimos momentos, sin verse limitados por medidas que, en este contexto, solo aumentan su sufrimiento.
Si de verdad las disculpas de Montes pretenden reparar el daño, deben ir acompañadas de un compromiso claro de revisar estas normas y permitir que el protocolo incluya esa dimensión humana que tanto necesitan los afectados. La comunidad de Paiporta y de todos los pueblos afectados, espera empatía en las palabras, pero, sobre todo, en las decisiones.
Más allá del debate logístico, lo que realmente está en juego es la dignidad de los afectados. Las autoridades deberían recordar que su función primordial es servir y apoyar a los ciudadanos, y no imponer restricciones insensibles que únicamente aumentan el sufrimiento en momentos de dolor extremo. Esta tragedia en todas las localidades valencianas afectadas, donde al parecer Paiporta registra el mayor número de víctimas mortales, es desgraciadamente una prueba de cómo los sistemas de respuesta a emergencias fallan a veces en su misión más básica: apoyarnos, como comunidad, en nuestros momentos de mayor vulnerabilidad.
Los Bomberos del Aeropuerto de Valencia, en medio de la catástrofe, denuncian estar con las manos atadas.
Blanca: una Médico por la Verdad en el frente de Paiporta
En medio del caos y la desorganización institucional que vive Paiporta tras las inundaciones, Blanca es un símbolo de solidaridad, compromiso y humanidad para todos nosotros. Médica y miembro activo de Médicos por la Verdad, Blanca ha estado en la «zona cero» desde el minuto cero, echando una mano para ayudar a los afectados y haciendo frente a necesidades urgentes que no esperan a los tiempos tan dispares que marcan las decisiones de la burocracia. Su testimonio desde el lugar de los hechos ha ilustrado las carencias de la respuesta institucional, y el espíritu de quienes, con o sin apoyo, han decidido estar ahí para sus vecinos y quienes más lo necesitan.
Blanca es testigo de primera mano del desastre que ha dejado la riada. Desde el primer momento, ha trabajado sin descanso, lidiando con calles llenas de barro, garajes inundados y casas sin electricidad. Como ella misma nos cuenta, las necesidades de la comunidad son inmediatas y cambian minuto a minuto, mientras que la ayuda institucional llega con cuentagotas. La realidad de Paiporta exige respuestas rápidas: botas para desplazarse, maquinaria para limpiar los caminos y medicinas para atender las emergencias sanitarias. Blanca, junto con otros voluntarios, ha intentado suplir estas carencias con los limitados recursos de que disponen.
Lo que hace especialmente admirable a Blanca su dedicación, y su claridad sobre lo que realmente importa. En sus palabras, está claro que su prioridad es devolver la dignidad y la seguridad a los habitantes de Paiporta, empezando por algo tan básico como despejar las calles y restablecer la electricidad en los hogares. Como ella misma señala, si se consiguiera este primer paso, los esfuerzos humanitarios avanzarían significativamente. Blanca entiende que, en una emergencia, cada obstáculo superado representa un enorme paso adelante en la vida cotidiana de los afectados.
El ejemplo de Blanca es un poderoso recordatorio de lo que significa realmente el compromiso con los demás. Frente a la lentitud y la falta de sensibilidad de algunas autoridades, Blanca representa una auténtica respuesta humanitaria. Con ella y con cada persona que, como ella, arriesga su bienestar para ayudar, vemos el verdadero rostro de la resiliencia y la compasión en tiempos difíciles.
Paiporta y muchos pueblos de Valencia necesitan ayuda oficial, sí, pero también necesitan más gente como Blanca: dispuesta a actuar, a escuchar y a servir de corazón.