EMERGENCIA EN VALENCIA: GUÍAS DE ACTUACIÓN PARA LA DESINFECCIÓN DEL AGUA. COMUNICADO DE MÉDICOS POR LA VERDAD
Bloqueados y vulnerables: los símbolos de una crisis en Paiporta tras la tormenta
Médicos por la Verdad está en Paiporta y quiere expresar su solidaridad y apoyo a las víctimas de la catástrofe ocurrida en Valencia.
La catástrofe de Dana en la Comunidad Valenciana pone de relieve la vulnerabilidad de la existencia humana ante los desafíos de la naturaleza.
Conforme el agua se va envenenando y el lodo se infiltran en cada esquina, el peligro de padecer enfermedades contagiosas se vuelve inminente. ¿Cómo explicar las escenas angustiosas, de aquello que no se muestra, cuerpos en descomposición, tanto humanos como animales, escondidos bajo escombros que el agua transformó en sepulturas improvisadas? Las circunstancias son de extrema gravedad sanitaria: pueden ocurrir hepatitis A, gastroenteritis, leptospirosis, legionela, tifus, cólera.. todo esto despliega un sombrío panorama de lo efímera que es nuestra presunta protección civilizada. La limpieza, una acción que presumimos diaria, se transforma en un lujo en estas tierras devastadas. Entonces, frente al derrumbe de lo inmediato y lo próximo, surge la auténtica ética, poniendo en duda la reacción de los responsables y, junto a ella, la de una sociedad que ya pone en duda sus propias acciones, como vimos en Paiporta ante la llegada de los Reyes y el presidente de gobierno.
En estas situaciones, la acción de potabilizar el agua es un gesto de resistencia. Hervir, desinfectar, tratar con meticulosidad cada gota disponible, se convierte en un asunto de vida o muerte. Nuestras guías creadas por Médicos por la Verdad, buscan aliviar el dolor y evitar la tragedia futura. Una llamada a la reflexión sobre lo que verdaderamente implica el compromiso ético: no es suficiente con observar desde lejos o proporcionar asistencia de forma simbólica. Hay una obligación palpable, de acción específica, en cada señal, en cada mensaje enviado a aquellos que están atrapados en el foco de la tragedia.
Además, es necesario considerar los grupos vulnerables: personas mayores, niños, embarazadas, y aquellos cuyas barreras físicas y emocionales son más frágiles y están expuestos a un estrés que podría desgastar su sistema inmunológico. La ética que respalda la medicina, la "verdadera medicina" que aspira a salvaguardar y mantener la vida en su totalidad, requiere un esfuerzo conjunto para evacuar, para resguardarlos de un panorama que trasciende lo médico y podría llegar a tener dimensiones psicológicas devastadoras.
En la narrativa de catástrofes, ya sean naturales o sociales, siempre existe una dualidad oculta: el suceso en sí mismo y la respuesta, que refleja nuestra identidad, la estructura moral y ética que unos estamos dispuestos a construir y mantener y otros han retrasado sin que podamos llegar a comprenderlo. Es una enseñanza que se vuelve aún más esencial en el presente, donde la indiferencia durante días a menudo parecía extenderse por sí sola.
Cada situación de emergencia nos recuerda nuestra fragilidad física y moral. Quizás en la severidad de cada catástrofe se halle una lección ineludible: que solo mediante el compromiso auténtico, la acción y el sacrificio colectivo, podremos aspirar a una civilización auténtica, una que no se desmorone ante la crudeza de la tempestad.
Una civilización que, en vez de sentirse abandonada ante al caos y la desesperación, se apoye en fundamentos firmes de compasión y responsabilidad comunitaria. Visualicemos, por un instante, un sistema sanitario y un entramado social que reaccionen con la rapidez de una maquinaria adecuadamente engrasada, no como un ente burocrático e inerte, sino como un ser vivo, uno cuya misión no se desvíe ante las fluctuaciones de lo económico y las mareas de lo político. Sería una sociedad donde cada persona, cada profesional, desde el más modesto ayudante hasta el más distinguido profesional, se considere un elemento crucial en la preservación de un bienestar común.
El desamparo que experimenta una anciana en las ruinas de su casa o el desconsuelo de un niño sin agua lo suficientemente higiénica como para asearse o tener ropa limpia, son indicativos de una enfermedad más profunda: la de una moral en el colectivo burocrático que, al deshacerse de los principios de solidaridad y respeto, se desgasta hasta llegar a ser incapaz de aguantar sus propias contradicciones. Porque, finalmente, la ética no es simplemente una teoría abstracta y fría que se debate en las aulas, sino una práctica diaria, una elección que necesita ser renovada en cada acto, en cada elección, en cada mirada que compartimos con el otro.
La tragedia de la Dana podría transformarse en una advertencia triste o en un catalizador de transformación, en función de la historia que escojamos construir en torno a esta. No tiene sentido que millones de ojos se centren en los titulares, que los políticos prometan o que millones de ciudadanos experimenten una compasión efímera que se disipa al cerrar el periódico o al apagar la TV. Es necesario algo más profundo, una introspección que supere lo actual y dirija nuestra atención hacia la mejora en la reconstrucción total.
Porque, en última instancia, ¿qué constituye la salud pública más que la concretización de una ética común? ¿Acaso la medicina no es una manifestación de una profesión donde el bienestar del prójimo se transforma en el núcleo de nuestra vida? En cada catástrofe, la medicina, cuál venerable guardián, renueva su juramento; sin embargo, también cada ciudadano, cada institución y cada líder están obligados a cumplir con este mismo juramento tácito. La salud pública es el anhelo de una vida digna, un acuerdo que debe resguardarse frente al desdén y el olvido, una defensa que respalde nuestra humanidad en tiempos de adversidad.
Ante esta llamada histórica, la vida nos está diciendo de modo ineludible, como una letanía, que somos seres vulnerables, mortales. Porque al final, una sociedad burocratizada que no es capaz de cuidar a sus miembros más vulnerables, que se tambalea y olvida, no tiene en el fondo nada que ofrecer, ni a sus ciudadanos ni al futuro.
No obstante nosotros somos capaces de grandes actos de coraje y compasión. Cada acción negligente es una fisura en el muro al que cantaba Pink Floyd, y cada muestra de bondad y atención es un pilar más en la fortaleza que todos compartimos. Por lo tanto, frente a la severidad de la tormenta, el agua representa la amenaza de ahogarnos, pero también nuestra propia negligencia. Enfrentar la Dana y sus secuelas representa, una ocasión para evidenciar, una vez más, que somos capaces de ascender sobre las aguas, no únicamente como personas, sino como una comunidad unida.
PARA DESCARGAR LAS GUÍAS DE ACTUACIÓN PARA LA DESINFECCIÓN DEL AGUA Y OTROS, HAGA CLIC EN EL ENLACE SIGUIENTE:
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Video de Médicos por la Verdad en Paiporta. Dr. Ángel Ruiz Valdepeñas y Dra Blanca Sandoval: https://rumble.com/v5lrpit-mdicos-por-la-verdad-en-paiporta-ayudando-en-la-emergencia.html