“La disidencia es la base de la ciencia”: El Doctor Bhattacharya dibuja el fin de la pseudociencia institucional
Los Institutos Nacionales de la Salud NIH al borde del colapso: Fraude, censura y la rebelión de la verdad.
“La disidencia es la base de la ciencia” (Jay Bhattacharya).
Esta afirmación, que puede parecer una simple declaración de principios, ha sido la luz que ha guiado la lucha del Dr. Bhattacharya contra la creciente pseudociencia institucionalizada, que, bajo el pretexto de proteger la salud pública, ha sometido la verdad a un régimen de censura y fraude. Para los que no lo conozcan el Dr. Jay Bhattacharya es un reconocido médico y economista, reconocido internacionalmente por su trabajo en salud pública y epidemiología. Actualmente, es profesor de Medicina en la prestigiosa Universidad de Stanford, donde también es miembro del Departamento de Epidemiología y de la Escuela de Políticas Públicas. Bhattacharya también tiene un doctorado en Economía por la Universidad de Harvard.
En medio de un escenario donde los Institutos Nacionales de Salud (NIH) están al borde del colapso, en medio de escándalos de manipulación de datos y el aplastamiento de las voces disidentes, estamos asistiendo a la rebelión de la verdad sobre la manipulación.
El 13 de marzo de 2025, Jay Bhattacharya comparecerá ante el Senado, un momento que puede marcar el principio del fin de los profetas del confinamiento generalizado de personas sanas y de los encierros, de aquellos que impusieron políticas basadas en una ciencia distorsionada. La figura de Bhattacharya, de villano a salvador, refleja el cambio paradigmático de un médico que fue atacado por desafiar el relato oficial y que ahora, tras años de resistencia, puede ser la clave para desenmascarar la gran farsa de medidas durante la era Covid. En un escenario que recuerda a los tiempos más oscuros de la Inquisición, donde la ciencia se convirtió en dogma y la evidencia en herejía, la rebelión de Bhattacharya contra la gran mentira médica está empezando a revelar lo que muchos preferirían mantener oculto: un sistema biomédico corrupto, que en lugar de buscar la verdad, pretendió convertirse en la norma, la herramienta de una poderosa máquina que silencia las voces que se han atrevido a cuestionar el relato oficial. Su investigación se centra en la salud global, el análisis económico de las políticas de salud pública y las intervenciones sanitarias. Es conocido por su enfoque riguroso y su defensa de la ciencia basada en la evidencia, especialmente durante la era covid, cuando fue una voz líder contra los estrictos confinamientos y la censura de los disidentes. A lo largo de su carrera, ha sido un firme defensor de la libertad académica y el debate abierto en la ciencia, ganándose tanto respeto como controversia por su valentía al desafiar el consenso científico dominante.
La verdad asoma en el Capitolio: Bhattacharya y el ocaso de la farsa científica
Washington interroga a Bhattacharya mientras el país se prepara para lo que podría ser el primer gran cataclismo para la medicina institucionalizada en décadas. En una audiencia que promete hacer historia, el doctor Jayanta Bhattacharya, un destacado disidente de la ortodoxia pandémica y coautor de la Declaración de Great Barrington, se enfrenta a la inquisición moderna: un Senado estadounidense que todavía rezuma los dogmas que nos trajeron confinamientos, censura y colapso económico. La diferencia, sin embargo, es que esta vez, el tribunal ya no está dominado por los arquitectos de la catástrofe, sino por quienes, con datos en la mano, exigen rendición de cuentas.
El escenario es insólito: el médico que fue vilipendiado y tildado de “peligroso” por atreverse a leer los libros de texto básicos de epidemiología, ciencia básica, es ahora candidato a liderar la misma organización que promovió políticas devastadoras en nombre de una ciencia que, día tras día, se está volviendo evidente, tenía más fe dogmática que rigor empírico. Los NIH, esa institución “sagrada” de la investigación biomédica, están al borde de una transformación que sus líderes actuales temen más que un estudio que dé respuestas: la llegada de alguien dispuesto a hacer preguntas.
El largo invierno de la infamia
No olvidemos cómo hemos llegado hasta aquí. En octubre de 2020, Bhattacharya, junto con Martin Kulldorff y Sunetra Gupta, firmaron la ahora histórica Declaración de Great Barrington, un documento que proponía lo que hasta entonces era de sentido común: proteger a los vulnerables y permitir que el resto de la sociedad funcionara con normalidad. La respuesta del establishment científico no fue un debate, sino una campaña de desprestigio sin precedentes. Anthony Fauci (exdirector del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas NIAID) y Francis Collins (exdirector del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano) conspiraron activamente para desacreditarlos, utilizando su acceso irrestricto y sin trabas a los medios de comunicación y a los canales de financiación para acallar cualquier voz disidente.
El resultado fue un cordón sanitario que derivó en un apagón intelectual y político que costó innumerables vidas. Mientras Suecia demostraba que los confinamientos eran innecesarios, el resto del mundo occidental se sumía en una histeria colectiva, con cierres de escuelas que, como subrayó Bhattacharya en su reciente audiencia, condenaban a millones de niños a un futuro de depresión, desempleo y enfermedades crónicas. Peor aún, las consecuencias económicas de la respuesta a la pandemia han sumido a naciones enteras en una crisis inflacionaria sin precedentes, mientras que los profetas del confinamiento siguen negando cualquier responsabilidad.
Bhattacharya desafió las políticas predominantes impulsadas por los defensores de las vacunas masivas, lo que desató una feroz campaña de difamación en su contra, especialmente en los Estados Unidos. Sin embargo, no fue el único en enfrentarse a la censura por defender una postura basada en la evidencia científica. En Alemania, los profesores Sucharit Bhakdi y Klaus Pöhlmann, conocidos por sus críticas a las políticas sanitarias y la gestión del virus, también fueron atacados de manera similar, siendo tachados de "negacionistas" a pesar de su sólida formación científica. En España, la Dra. Natalia Prego se adelantó incluso a la declaración de Barrington, al presentar, el 14 de marzo de 2020, una declaración pública fundamentada en ciencia básica, alertando sobre los riesgos de las políticas de confinamiento y la falta de evidencia para su efectividad. Esta postura me costó un expediente sancionador por parte del Colegio de Médicos, pero, como sucedió con Bhattacharya y otros, las pruebas científicas que presenté acabaron validando mi diagnóstico de la pandemia, mostrando que la crítica a las políticas sanitarias restrictivas no era una posición desacertada, sino una llamada necesaria a la reflexión y la integridad científica. Podría tantos y tantos ejemplos de Médicos por la Verdad en todo el mundo, que no cabrían en un solo libro.
Fraude y colapso: el NIH ante su juicio final
Lo más alarmante de la comparecencia de Bhattacharya no fue su repaso de los errores de la pandemia, sino su diagnóstico de un problema aún más profundo: el NIH está podrido hasta la médula. La institución que debería ser el faro de la investigación biomédica lleva años produciendo ciencia irreproducible y, en muchos casos, abiertamente fraudulenta. El escándalo de la proteína beta amiloide *56, una falsificación que contaminó cientos de estudios sobre el alzhéimer, es solo la punta del iceberg de un sistema basado en la acumulación de subvenciones en lugar de en la búsqueda de la verdad.
No se trata de un problema trivial. Si los datos en los que se basa la medicina contemporánea son poco más que ilusiones generadas por intereses creados, la consecuencia lógica es que millones de pacientes están siendo tratados con terapias basadas en suposiciones falsas. Desde el cáncer hasta la psiquiatría, la nutrición y la farmacología, la crisis metodológica de la ciencia causada por la incapacidad de replicar los estudios de otros investigadores es una enfermedad mortal que amenaza con extenderse a todas las áreas de la salud pública.
El fin del consenso manufacturado a base de censura previa de médicos en desacuerdo con doctrinas y dogmas institucionalizados
Lo que hace que la nominación de Bhattacharya resulte tan aterradora para el status quo del establishment es que su liderazgo promete además de reformas, una revolución de los fundamentos y métodos del conocimiento científico. No es casualidad que su audiencia en el Senado haya generado nerviosismo entre los círculos más arraigados dentro de la burocracia sanitaria. Por primera vez en décadas, el NIH podría estar dirigido por alguien que ve a la institución no como un instrumento de control, sino como lo que debería ser: un centro de investigación genuina, donde la verdad se mide no por la cantidad de subvenciones obtenidas, sino por la capacidad de reproducir resultados.
La nominación de Bhattacharya, junto con la del Dr. Martin Makary (un cirujano que se opuso a los amplios mandatos de vacunación y a ciertas restricciones en escuelas y universidades) para la FDA, representa un nuevo punto de inflexión. Si el Senado aprueba sus nominaciones, el mensaje será claro: los días del oscurantismo científico están contados. Entre tanto, la audiencia promete ser un espectáculo digno de verse. Para aquellos que quieran presenciar en vivo este choque de paradigmas, la nominación del Dr. Bhattacharya puede seguirse en el siguiente enlace:
La historia sigue en marcha. Y esta vez, los falsos profetas de la ciencia no podrán escapar de su propio legado.