Las siete leyes de la nueva normalidad científica
La ciencia no se cuestiona: el nuevo dogma de la industria farmacéutica
Han construido un sistema en el que la ciencia se supedita al beneficio económico, y la disidencia se censura con brutalidad. Los prospectos de las vacunas covid dicen no se hicieron estudios de genotoxicidad ni de carcinogénesis, pero “creemos que no se producirá” esto es el nuevo fraude de las vacunas sin estudios de seguridad.
La medicina moderna ya no es una ciencia, es un dogma creado por grandes empresas. Y como toda creencia, tiene sus dogmas incuestionables:
Los fabricantes de vacunas son infalibles. Sus productos no deben someterse a escrutinio independiente.
Las vacunas son siempre seguras y eficaces. Los efectos adversos no existen o son "una coincidencia".
No hay necesidad de ensayos con placebo. La creencia sustituye a la evidencia.
Los médicos y científicos que cuestionan el dogma son herejes. Y deben ser maldecidos, inhabilitados o repudiados de la comunidad médica.
Los periodistas deben proteger el dogma. Publicar investigaciones críticas es un acto de traición.
Los gobiernos deben imponer las vacunas. Porque la libertad de elección es peligrosa.
Cualquier problema es culpa de los antivacunas. No importa si el problema es la falta de estudios o la corrupción en la industria.
Si esto suena familiar, no es casualidad. En la Edad Oscura se imponían dogmas inquebrantables y se perseguía a quienes se atrevían a cuestionarlos. Hoy, la Inquisición no utiliza hogueras, pero sí censura, quema a médicos que someten la ciencia a la falsabilidad en Internet, promueve persecuciones académicas y linchamientos mediáticos.
Desde un cambio fundamental en la propia definición de “vacuna” que comenzó durante la era Covid, cuando se ha pretendido cambiar el concepto y el propio significado de ciencia. La redefinición del término “vacuna” es solo una de las muchas maniobras lingüísticas que sustentan este dogma moderno. En su origen, las vacunas estaban destinadas a proporcionar inmunidad robusta y duradera contra enfermedades mortales. Hoy, el concepto se ha diluido hasta incluir productos cuya efectividad es dudosa y cuyos efectos secundarios son minimizados o directamente ocultados. La tecnología de ARNm, presentada como una revolución médica, ha sido impuesta sin los estándares de pruebas rigurosas a largo plazo que tradicionalmente definían la seguridad de las vacunas. ¿Acaso no es legítimo cuestionar su eficacia o su seguridad?
Originalmente, una vacuna confería inmunidad contra una enfermedad específica. Hoy, el término se ha ampliado tanto que puede incluir cualquier sustancia que proporcione algún nivel de protección, por mínimo que sea. La tecnología del ARNm es un ejemplo más que obvio. Pero analicemos la situación real, si se trata de que confiera algún nivel de protección, incluso mínimo, ¿no es un medicamento? Por poner solo un ejemplo, la biodramina; sin necesidad de que estés enfermo de nada, confiere nivel de protección frente al mareo; si vas en barco, o en avión, o te mareas en el coche. Entonces, según la nueva definición, ¿es la Biodramina, por ejemplo, una vacuna? ¿O es que lo que ahora llaman vacuna es un medicamento, que si no te la poner pierdes tus derechos? es decir, se obliga a la gente a tomarla (aunque no estén enfermos), mediante coacción y sin ningún tipo de consentimiento informado. Porque resulta que las llamadas vacunas del Covid, según su prospecto, están sujetas a prescripción médica. Pero no hace falta estar enfermo para que te digan que te la tomes. Por supuesto, una vez hecha la ley, cuando una vacuna se incluye en un plan de vacunación, no requiere ninguna prescripción médica. En ese caso, más allá de las vueltas que han dado para llamarlas vacunas; esas pócimas que confieren un nivel de protección, aunque sea mínimo, deberíamos volver a preguntarnos: ¿son vacunas o son medicamentos?
Nos dijeron que las vacunas son sometidas a pruebas rigurosas, pero resulta que los estudios de genotoxicidad y carcinogénesis simplemente no se hicieron en las llamadas “vacunas covid”.
Vacúnate o pierde tus derechos: la nueva normalidad de la coerción sanitaria, pero ahora el dogma enfrenta su herejía definitiva.
Se va a revisar cada vacuna aprobada en las últimas dos décadas. Y las farmacéuticas han entrado en pánico.
Los gurús de la ciencia incuestionable: un desfile de charlatanes
Ante la crisis inminente, las farmacéuticas han convocado a sus profetas de emergencia. Esos expertos televisivos que, durante la pandemia, hicieron carrera anunciando que las vacunas detendrían el contagio (hasta que dejaron de decirlo).
Los mismos que aseguraron que los efectos adversos eran "extremadamente raros" (hasta que los informes de miocarditis se volvieron imposibles de ignorar).
Los mismos que negaron que existieran conflictos de interés entre la industria y las agencias reguladoras (hasta que se descubrió que la FDA y la OMS estaban financiadas por las propias farmacéuticas).
Pero ya no funciona. El público ha comenzado a despertar. Y el despertar es irreversible.
Las redes sociales han cambiado el juego. Por más que intenten censurar, cada vez más médicos y científicos están hablando. Cada vez más estudios independientes están surgiendo. Cada vez más personas están haciendo la pregunta que nunca debimos dejar de hacer: Si los estudios independientes se vuelven la norma, ¿saben las élites farmacéuticas que su reinado está en peligro; que si la gente recupera el derecho a decidir, su control desaparecerá?
Tienen dos opciones:
Ceder y adaptarse a un sistema más transparente y ético.
Desatar una guerra sin precedentes contra la libertad de información.
Ya están eligiendo la segunda opción.
Los lobbies farmacéuticos están presionando para que cualquier crítica a las vacunas sea clasificada como "desinformación peligrosa". La UE, la ONU y la Casa Blanca han propuesto nuevas leyes para perseguir a quienes cuestionen las narrativas oficiales sobre salud pública. Se están desplegando herramientas de censura digital como nunca antes en la historia moderna.
Pero no funcionará. Porque, a diferencia del pasado, ahora la gente tiene acceso a más información que nunca. La era de la fe ciega en la industria farmacéutica ha terminado.
El veredicto de la historia está escrito. Solo falta esperar si las farmacéuticas lo aceptarán o intentarán, una vez más, suprimir la verdad.
Confía en la ciencia”... pero no pidas los datos: la hipocresía del siglo
La verdad que nunca mencionarán en los medios: el negocio de las vacunas no puede sobrevivir sin coerción.
Nos dijeron que la ciencia es un proceso abierto, pero en realidad ha sido tomada como rehén.
No se trata de ciencia, sino de sumisión. La exigencia de aceptar dogmáticamente la seguridad de un producto sin cuestionarlo es una flagrante violación del principio fundamental de la medicina: el consentimiento informado.
El Código de Núremberg, nacido de los horrores de la experimentación médica forzada, estableció que ningún ser humano puede ser sometido a un tratamiento médico sin su consentimiento pleno y voluntario. Sin embargo, los gobiernos, bajo la presión de la industria farmacéutica, han impuesto mandatos draconianos disfrazados de salud pública, obligando a poblaciones enteras a inyectarse productos experimentales sin estudios independientes a largo plazo y sin posibilidad de demanda en caso de daño.
Lo que antes era un derecho –el consentimiento informado– es ahora una concesión que solo se concede si no molesta a los accionistas de las grandes empresas farmacéuticas. Quien cuestiona este sistema es señalado, censurado o incluso perseguido.
¿Hasta cuándo se aceptará que la “ciencia” la dicten quienes se benefician de ella?
Nos decían que los efectos adversos eran “extremadamente raros”, pero ahora hay miles de informes de miocarditis, trombosis y otras reacciones graves.
¿Y cuál es la respuesta oficial?
"Creemos que no se producirá."
Esa frase, pronunciada por los fabricantes de vacunas covid, debería estar grabada en piedra como el compendio de la pseudociencia moderna.
Porque la verdadera ciencia no se basa en creencias, se basa en pruebas. Pero cuando se trata de la industria farmacéutica, parece que el rigor científico se sustituye por fe ciega.
Fe ciega en corporaciones con antecedentes de fraude. Fe ciega en agencias reguladoras financiadas por las mismas empresas que se supone que deben supervisar. Fe ciega en modelos de predicción defectuosos, en estudios de "seguridad" que nunca utilizaron un grupo placebo real, en periodistas que repiten guiones en lugar de investigar.
El fin del juego: la decisión final
Las compañías farmacéuticas han jugado su última carta: el miedo. Nos dirán que sin sus vacunas obligatorias, la sociedad se derrumbará. Que sin su inmunidad legal, la innovación desaparecerá. Que sin censura, la "desinformación" destruirá la salud pública.
Pero la verdadera respuesta es: no lo vamos a seguir creyendo
Porque aquí está la realidad:
La innovación real no necesita esconder sus datos.
La ciencia no teme a la revisión independiente.
Y la salud pública no puede basarse en contratos secretos y coerción.
Las farmacéuticas pueden resistirse, pueden patalear, pueden gastar millones en propaganda… Pero no pueden detener lo que ya ha comenzado.
El velo ha caído. La gente ha despertado. Una vez que la verdad sale a la luz, no hay oscuridad que pueda ocultarla de nuevo.
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Como de costumbre: una apreciación CLARA, TRANSPARENTE, VALIENTE e INVALORABLE. Así es, Doctora Natalia: los EXPERTOS EN NADA, MEDIÁTICOS y JUGOSAMENTE ($$$$) respaldados por estos PERVERSOS que nos SECUESTRARON, CONFINARON y ENJAULARON en el quinquenio 2020/2024 ya están siendo EXPUESTOS por MÉDICOS VALIENTES como usted que no escatimaron esfuerzos para denunciarlos. También los CIUDADANOS DE A PIE, que tuvimos "un aviso del alma", (al decir del Doctor argentino MARIANO ARRIAGA, fundador de MÉDICOS POR LA VERDAD en mi país) SUPIMOS SIEMPRE que este TERRORISMO SANITARIO fue un GOLPE DE ESTADO CONTRA UNA HUMANIDAD TELECREYENTE. Pero algo está cambiando porque muchos de los DORMIDOS y COBARDES, que en un primer momento CONVALIDARON este ABYECTO ATROPELLO SANITARIO, han empezado a DESPERTAR y a TENER EL CORAJE de DISCREPAR y de de CUESTIONAR el GUIÓN plandémico de los PERVERSOS. Espacios como el suyo, admirada Doctora, fueron y son las TRIBUNAS DEL DESPERTAR. Ahora ya se puede debatir, PERO NO DEMASIADO, porque aún PERSISTE la TIRANÍA de la INFECTADURA. Por eso NO DEBEMOS QUEDARNOS CALLADOS. Cada cual, desde su entorno, debe portar el ESTANDARTE de la LUCHA POR LA VERDAD, que fue travestida por la MENTIRA OFICIAL y PSEUDO CIENTÍFICA del CUENTO CHINO. Durante ese período ACIAGO y ABYECTO del ACOSO SANITARIO de 2020 /2024 se naturalizó y normalizó la PROFANACIÓN y VIOLACIÓN de una CIUDADANÍA ATERRADA a través de INOCULACIONES FORZOSAS, ILEGALES y NO CONSENTIDAS. NO OLVIDAR y NO PERDONAR debe ser una CONSIGNA IRRENUNCIABLE. Desde Mendoza, Argentina: una vez más: gracias por PERSEVERAR en esta gesta de RECUPERACIÓN de nuestra dignidad pisoteada. Un gran saludo.