Mpox, nuevo escenario internacional: desarmando los mitos de la gestión sanitaria global
Lecciones no aprendidas de la PCR a la vacuna Mpox
Desde enero hasta agosto de 2024, se han registrado 461 muertes debido a MPOX a nivel mundial, un número que se desvanece frente a la devastación causada por la malaria. En este mismo período, la malaria ha provocado aproximadamente 618,000 muertes, la mayoría concentradas en la región africana, que sufre el 95% de los casos globales y el 96% de las muertes. La comparación es impactante: mientras la malaria sigue siendo una amenaza mortal, especialmente para los niños menores de 5 años, la atención mediática se centra en la enfermedad MPOX, cuya letalidad es anecdótica.
Entretanto la tuberculosis continúa cobrándose entre 1.100.000 y 1.200.000 vidas en el mismo lapso, con cifras de unas 4.400 fallecidos al día que merecen una atención urgente. La malaria, al igual que la tuberculosis, se enfrenta a la falta de cobertura mediática a pesar de su enorme impacto en la salud pública global.
Esta decisión de priorizar a MPOX, con sus 461 muertes en 2024, sobre enfermedades tan devastadoras como la malaria y la tuberculosis, pone de manifiesto una desconexión preocupante entre la realidad epidemiológica y las acciones globales. En cualquier caso pone en cuestión las prioridades de salud pública a nivel internacional, donde parece que la cobertura mediática y el temor infundido tienen más peso que las cifras de vidas perdidas
Para poner Mpox en contexto la viruela del mono se presenta en dos variantes que difieren notablemente en su letalidad. En las regiones endémicas de África, el clado I es la variante más virulenta, mientras que el clado II, responsable del reciente brote mundial, tiene una letalidad mucho menor, con una tasa de supervivencia superior al 99,9%. Esta última variante, menos letal, es la que se ha propagado con relativa facilidad en África Occidental, mostrando una aparente benignidad.
Mpox, pertenece a la misma familia que la viruela y comparte con ella la capacidad de causar dolorosas erupciones cutáneas. Sin embargo, lo que distingue al Mpox es su naturaleza zoonótica, capaz de transmitirse entre animales y humanos. Desde su descubrimiento en 1958, durante brotes en colonias de monos, este virus ha seguido un inquietante ciclo de actividad, registrándose el primer caso humano en 1970 en la República Democrática del Congo. Sin embargo, no fue hasta 2022 cuando el mundo occidental prestó verdadera atención a esta enfermedad.
La Organización Mundial de la Salud rebautizó la enfermedad con el nombre de Mpox para evitar connotaciones culturales o étnicas negativas. Los síntomas del Mpox son insidiosos: una erupción que se extiende lentamente por las manos, los pies, la cara y, en algunos casos, los genitales, acompañada de fiebre, dolores musculares y síntomas respiratorios. Aunque inicialmente pueden parecer similares a los de la gripe, estos síntomas son solo el preludio de un proceso más largo y doloroso, que culmina con la formación de costras que dejan cicatrices visibles, un recuerdo permanente de la enfermedad.
En la República Democrática del Congo se han registrado más de 17.000 casos de MPOX, de los cuales solo unos 2.000 han sido confirmados mediante pruebas de laboratorio. Este hecho revela un profundo problema en la forma en que se están manejando los diagnósticos, derivado del uso inadecuado de la técnica PCR como herramienta diagnóstica.
La PCR es una herramienta diseñada para la investigación científica, pero no es infalible como método de diagnóstico clínico. Esta técnica se desarrolló originalmente para detectar fragmentos de material genético, pero no distingue entre infecciones activas y restos víricos inactivos. Cuando se aplica al diagnóstico, su extrema sensibilidad puede llevar a detectar restos de material genético que ya no representan una amenaza activa, produciendo falsos positivos.
Además, la falta de un «patrón oro» en las pruebas de PCR permite a los laboratorios establecer sus propios parámetros, como el número de ciclos de amplificación. Este es un punto crítico: cuando se aumenta el número de ciclos, se amplifica cualquier material genético presente, incluso aquellos fragmentos insignificantes, aumentando así el riesgo de detectar virus inactivos o, peor aún, otro virus similar por mimetismo molecular. Esto significa que un mismo laboratorio puede generar resultados diferentes en función de los ciclos utilizados, lo que socava la coherencia y la fiabilidad de los diagnósticos y las cifras manejadas por la OMS.
Esta situación conduce a una sobreestimación de los casos, en los que un elevado número de sospechosos puede basarse en diagnósticos que, en el mejor de los casos, son dudosos. Por lo tanto, es esencial revisar críticamente cómo se están utilizando estas técnicas de investigación en el contexto del diagnóstico clínico, para evitar alarmas innecesarias y garantizar que las respuestas de salud pública se basen en datos precisos y fiables.
Con el telón de fondo de estas dos variantes activas en distintos rincones de África, se está desarrollando una narrativa más amplia: la del “bioterrorismo informativo” y la manipulación de las percepciones sanitarias mundiales. Mientras el mundo entra en pánico y las acciones farmacéuticas se disparan en bolsa, las verdaderas tragedias permanecen ocultas tras la cortina de humo del sensacionalismo mediático y los intereses económicos mundiales.
En el intrincado reino de la ciencia moderna, donde la ambición y el beneficio parecen reinar, observamos con una mezcla de escepticismo y desdén el último movimiento de Bavarian Nordic. La empresa, en su búsqueda de expansión y notoriedad, ha propuesto una ampliación de la aprobación de su vacuna IMVANEX® contra la viruela para adolescentes, con la promesa de una protección que, en teoría, igualaría la que ofrece la vacuna a los adultos. Esta maniobra, sellada por la burocracia europea, revela algo más que un avance científico: desentraña un escenario en el que los jóvenes, esperanza de futuro, se convierten en peones de un juego de azar con riesgos inciertos.
La empresa ha presentado sus datos, a las autoridades sanitarias, la Agencia Europea del Medicamento (EMA), sugiriendo que la vacuna en cuestión provoca en los adolescentes una respuesta inmunitaria «comparable» a la de los adultos. Sin embargo, el término «comparable» en la jerga científica no siempre equivale a «equivalente» para todos los grupos de edad en términos de seguridad y eficacia. Es esencial recordar que lo que se presenta como una aproximación de la eficacia en un grupo de edad puede esconder matices que, examinados más de cerca, revelan fisuras y deficiencias. Es fundamental entender que lo que se percibe como un resultado similar en la respuesta inmunitaria puede enmascarar diferencias significativas en la susceptibilidad a efectos adversos.
La respuesta inmunitaria, tan cacareada por las autoridades como oro en paño, no siempre es fiel reflejo de una verdadera protección o de la ausencia de efectos adversos a largo plazo.
Un ejemplo flagrante lo reconocemos en la aprobación acelerada de las vacunas contra la COVID-19 para jóvenes y niños, que se realizó bajo una premisa de urgencia, pero los datos emergentes han revelado que las tasas de miocarditis y pericarditis, son más elevadas en estos grupos en comparación con los adultos mayores. En este contexto, es crucial recordar que la vacunación no es un proceso exento de riesgos, especialmente cuando se trata de poblaciones específicas.
La historia nos ofrece un paralelismo inquietante: la vacuna contra la viruela, que también fue asociada con casos de miocarditis y pericarditis, sirvió como una lección temprana de que no todas las respuestas inmunitarias «comparables» entre grupos de edad son iguales en términos de seguridad. Las vacunas de la viruela, desarrolladas en un contexto completamente diferente pero con efectos adversos similares, nos muestran que estas complicaciones no son un fenómeno nuevo.
Cuando se habla de «comparabilidad» en la respuesta inmunitaria, se debe tener en cuenta que esta no garantiza una equivalencia en seguridad, especialmente cuando se observan efectos adversos específicos que afectan de manera desproporcionada a un grupo de edad. En los jóvenes, el riesgo de miocarditis y pericarditis tras la vacunación contra COVID-19, subraya la necesidad de una evaluación cuidadosa y transparente de los riesgos y beneficios.
La historia y la ciencia nos advierten de que detrás de lo que se presenta como una respuesta «comparable» puede haber matices cruciales que, si se ignoran, comprometen la seguridad de quienes dependen de las intervenciones médicas
La idea de que los adolescentes, cuyas vidas son aún prometedoras y están en plena formación, sean los primeros en recibir el nuevo elixir farmacéutico plantea cuestiones éticas que no pueden ignorarse. La cuestión primordial no es simplemente si la vacuna provoca una respuesta inmunitaria comparable, sino si esta comparación se traduce en un beneficio real para los adolescentes, que hasta ahora han mostrado una resistencia natural y un bajo riesgo de complicaciones graves de la viruela.
El giro argumental no termina aquí. La empresa está preparando un nuevo ensayo para explorar la eficacia de la vacuna en niños de 2 a 12 años, con especial atención a las regiones africanas donde la viruela es endémica. Aquí se plantea un escenario aún más inquietante: ¿Estamos asistiendo a una expansión de la vacunación en zonas donde la carga de la enfermedad no justifica el riesgo de la intervención? La preocupación surge cuando se considera que la salud pública se convierte en un campo de pruebas para soluciones que no siempre se prueban adecuadamente en contextos específicos. Las regiones africanas, ya sobrecargadas de problemas sanitarios, podrían verse sometidas a un ensayo no solicitado de una vacuna cuya eficacia y seguridad aún no se han establecido firmemente en su contexto.
Este panorama, cargado de intereses económicos y políticos, plantea una reflexión sobre el papel de la industria farmacéutica en la configuración de las políticas sanitarias mundiales. La expansión de la vacuna IMVANEX® no sólo parece un movimiento estratégico para captar mercados emergentes, sino también una maniobra para consolidar la influencia de las empresas farmacéuticas en la salud pública mundial. La pregunta crítica que debemos hacernos es: ¿se está priorizando la salud de las poblaciones más vulnerables o se está maximizando el beneficio económico bajo la apariencia de un acto de benevolencia?
Así, la promesa de una vacuna considerada segura y eficaz debe verse con la perspicacia de un médico escéptico, no como una solución definitiva, sino como un paso más en un juego complejo en el que la confianza, tan frágil como el cristal, podría quebrarse bajo la presión de intereses no siempre claros. En este ámbito de la salud pública, es imperativo mantener una vigilancia crítica y cuestionar cada acto, cada decisión y cada dato presentado, para garantizar que la balanza de la justicia no se incline hacia el lado de la codicia y el oportunismo, sino hacia el verdadero bienestar de la humanidad.
La enfermedad, que en sus primeras fases puede confundirse fácilmente con otras infecciones dermatológicas como la varicela o el herpes simple, plantea un gran reto para el diagnóstico diferencial. Esto es crucial porque un diagnóstico preciso y precoz es la clave.
En este terreno, donde la ciencia moderna se entrelaza con los oscuros tentáculos de los intereses económicos, no es de extrañar que la Organización Mundial de la Salud, que hace mucho tiempo fue faro de la sanidad pública, haya sido arrastrada por la marea de la codicia farmacéutica. Nos encontramos ante un escenario tan retorcido como las más tenebrosas pesadillas orwellianas, por las consabidas pruebas PCR, cuyo uso indiscriminado se ha convertido en la nueva inquisición de nuestro tiempo, son la herramienta preferida para conjurar la ilusión de pandemias interminables, fabricadas al servicio de quienes mueven los hilos del miedo. La viruela del mono, rebautizada con el frío y técnico nombre de MPOX, es esta nueva entidad, que parece haber surgido de las páginas de un oscuro libro de fórmulas mágicas de antiguos epidemiólogos, manifestándose como un nuevo instrumento de control, bajo la atenta mirada de organizaciones internacionales que, como modernos inquisidores, dictan severamente qué amenazas deben ser temidas y cuáles pueden ser ignoradas.
Antes he dicho que en 2024 se han producido 461 muertes, pero es que desde 2023, la variante MPOX, conocida como clade Ib, ha causado 548 muertes es decir en todo el año 2023 se produjeron tan solo 87 fallecimientos en todo el planeta tierra con 8 mil millones de personas. Eso si, concentrándose la mayor parte de estas tragedias en la República Democrática del Congo, una tierra ya tan abrumada por el sufrimiento que añadir un mal más apenas parece cambiar nada.
Y sin embargo, aquí estamos, bajo el yugo de una nueva «emergencia sanitaria internacional», declarada con toda la pompa que el Reglamento Sanitario Internacional (RSI) puede convocar. Una vez más, se imponen a los Estados Partes de la OMS una serie de medidas que parecen diseñadas no tanto para proteger a la humanidad de una catástrofe inminente, sino para encadenarla aún más firmemente al miedo, a la obediencia ciega, a la sumisión a una narrativa que nos invita a creer que la muerte es un espectáculo, y que sólo algunos actos de este drama merecen nuestra atención.
En España no ha habido ni una sola muerte por MPOX. Sin embargo, el peso de la «emergencia» nos aplasta con la misma fuerza que si estuviéramos al borde de un colapso sanitario. ¿Y quién se beneficia de este escenario? No es difícil adivinar que las empresas farmacéuticas, esos modernos especuladores de la transmutación química de la materia que convierten el miedo en oro, están una vez más en el centro de este drama, arrasando en beneficios mientras los gobiernos, bajo la presión de una crisis fabricada, compran vacunas y tratamientos que, de no ser por la declaración de la OMS, se habrían considerado innecesarios.
Estamos, con toda probabilidad, ante un nuevo capítulo del control social, donde el miedo es la herramienta más eficaz para moldear la voluntad de las naciones. En este escenario de despropósitos, la manipulación de la información por parte de los organismos internacionales y la industria farmacéutica es tan evidente que no podemos evitar preguntarnos cuántas veces más caeremos en la trampa antes de rechazar, de una vez por todas, las enmiendas al RSI que, de imponerse, acabarán encadenándonos definitivamente a este ciclo interminable de miedo y sumisión.
La emergencia de la MPOX no es más que el reflejo de la sombra proyectada por quienes detentan el poder. Y mientras nos mantenemos ocupados temiendo a un enemigo que, en términos relativos, apenas existe, los verdaderos horrores, como la tuberculosis, continúan su trabajo en silencio, ignorados, desatendidos. Son momentos para que todo el mundo despierte de su letargo y juntos cuestionemos severamente las narrativas que se nos imponen, antes de que la próxima «emergencia» nos arrastre aún más profundamente a la oscuridad.
Es en este contexto en el que el bioterrorismo informativo se despliega en todo su esplendor, fabricando una crisis que, más que sanitaria, es económica y política. No es casualidad que tras la declaración de emergencia, las acciones de Bavarian Nordic, fabricante de la vacuna MPOX, hayan experimentado una subida meteórica en la Bolsa de Copenhague. Un aumento del 17% en un solo día, seguido de una subida acumulada del 27% en los días siguientes, no es un simple reflejo del miedo a la enfermedad, sino el resultado de una operación que tiene más que ver con la codicia que con la medicina.
En lo que va de 2024, las acciones de Bavarian Nordic se han revalorizado más de un 43,22%, y no es de extrañar. Las expectativas de una mayor demanda de su producto han sido alimentadas, no por la realidad epidemiológica, sino por una narrativa inflada que beneficia a unos pocos a costa del pánico generalizado. Esta manipulación no se limita a Bavarian Nordic; Novo Nordisk, otro gigante farmacéutico, ha visto cómo su capitalización bursátil superaba los 415.000 millones de euros, un aumento colosal que no puede sino levantar sospechas sobre las verdaderas intenciones que se esconden tras estas maniobras.
La historia que se nos cuenta es la de una emergencia sanitaria, pero la realidad subyacente es la de una operación encubierta, en la que las vacunas y los antivirales se utilizan como tapadera para fines mucho más oscuros. Los servicios de inteligencia, en connivencia con gobiernos y organizaciones internacionales, crean un problema mediante una operación de «falsa bandera», amplificando el brote de una enfermedad hasta convertirlo en una crisis de proporciones desproporcionadas. Lo que se presenta como un esfuerzo por proteger a la humanidad no es más que una fachada tras la que se ocultan intereses políticos y económicos que aprovechan el miedo para consolidar su poder.
Así, la verdadera operación se oculta bajo la máscara de una emergencia sanitaria, una maniobra que permite a las élites mundiales manipular a las masas mientras llenan sus arcas con los beneficios obtenidos de un pánico cuidadosamente cultivado. El aumento del valor de las acciones farmacéuticas no es una consecuencia fortuita del aumento de la demanda, sino el fruto de una estrategia deliberada, donde la salud pública es el pretexto y la dominación social el verdadero objetivo.
Nos encontramos, pues, en medio de un escenario donde las nociones simplistas de bondad y protección son desmontadas por una realidad más cruda: el bioterrorismo informativo es la verdadera plaga que asola nuestro tiempo, una plaga que, más que a los cuerpos, arrebata la capacidad de discernir, de cuestionar, de resistir. Mientras los miedos por la emergencia sanitaria recorren el mundo con intensidad cegadora, en las sombras se despliegan las verdaderas operaciones, aquellas que, bajo la apariencia de salvación, conducen hacia una sumisión cada vez más profunda.
Cuando la prueba PCR, esa engañosa dama capaz de amplificar hasta lo invisible, resulta positiva, sin un diagnóstico diferencial que respalde la certeza clínica, se proclama con pompa y circunstancia otro «caso» de mpox. No importa si las sombras de la confusión diagnóstica se ciernen sobre los estudios de campo, porque lo que realmente importa es el creciente número de «casos», que se convierte en la moneda con la que los mercaderes del pánico cotizan su éxito en el mercado mundial. La OMS, que debería ser la guardiana de la verdad y la salud, se ha transformado, bajo la presión de las fuerzas económicas, aparentemente más poderosas que la ética, en una máquina de propaganda al servicio de un mercado voraz, dispuesta a sacrificar la tranquilidad de las personas en la losa del beneficio.
Pero la trama se vuelve aún más siniestra cuando consideramos las complicaciones del herpes que, como crueles huéspedes no deseados, aparecen tras las vacunaciones con ARNm. Estos efectos adversos, lejos de ser una mera coincidencia, parecen haber sido incorporados al guión de esta tragedia para alimentar un ciclo perpetuo de pánico y «cura». Porque no les basta con declarar una pandemia, no les basta con inocular a la población, necesitan perpetuar el miedo para que las ruedas de la industria farmacéutica sigan girando ruidosamente. En este juego, cada prueba PCR positiva, cada complicación inesperada, es una nueva oportunidad de negocio, una nueva chispa para avivar las llamas de la demanda.
Así, la campaña del terror no se detiene; la perversa combinación de efectos secundarios de las vacunas y resultados positivos de la PCR asegura que las vacunas contra la viruela del mono, ahora en el mercado bajo la idolatrada aprobación de emergencia, sean vistas como la única salvación. La emergencia, este estado perpetuo que se nos ha impuesto, no es más que un artificio, un escenario cuidadosamente diseñado para justificar lo injustificable: la comercialización desenfrenada de productos cuya necesidad es, como mínimo, cuestionable.
¿Y qué decir de la OMS en este panorama desolador? La institución se ha metamorfoseado en algo que nunca debió ser: una agencia de marketing, un intermediario en el mercado de la especulación farmacéutica. Lejos de su misión original de proteger la salud pública, ahora parece estar al servicio de inversores sin escrúpulos, de aquellos que ven en cada crisis una oportunidad, en cada brote una inversión.
No podemos, ni debemos, ignorar la gravedad de esta metamorfosis. La OMS, bajo el peso de su responsabilidad, debería haber sido un baluarte contra el caos, una voz de la razón en medio de la tormenta. En lugar de ello, se ha convertido en un actor más de esta tragicomedia, facilitando las maniobras de quienes ven la salud no como un derecho humano, sino como un recurso a explotar.
En este contexto, cada «caso» de mpox, cada complicación postvacunal, cada prueba PCR, no es más que un ladrillo en el muro que separa a la humanidad de la verdad y la serenidad. Un muro erigido no para protegernos, sino para mantenernos cautivos del miedo, al servicio de los intereses de quienes, en sus torres de marfil, cuentan sus beneficios mientras el resto del mundo tiembla.
Como dice Pink FLoyd en Another Brick In The Wall
“No necesitamos ninguna educación
No necesitamos ningún lavado cerebral
Ni ningún sarcasmo disimulado en el aula
Profesores, dejen a los niños en paz
¡Oye! ¡Profesor! ¡Deja a los niños en paz
Al final, solo es otro ladrillo en el muro”..
“We don't need no education
We don't need no thought control
No dark sarcasm in the classroom
Teacher, leave them kids alone
¡Hey! Teacher! Leave them kids alone!
All in all, it's just another brick in the wall”
La pregunta que debemos hacernos, mientras el drama se desarrolla ante nuestros ojos, es: ¿permitiremos que la salud mundial siga siendo la moneda de cambio en este juego perverso, o nos atreveremos a derribar el muro de mentiras y a exigir responsabilidades a quienes han traicionado la confianza pública en aras de un beneficio mezquino? El tiempo dirá si somos espectadores pasivos o protagonistas de un nuevo despertar.
REFERENCIAS
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Novo Nordisk’s weight-loss drugs and Bavarian Nordic’s mpox vaccine help fatten up the Danish economy
Danish pharma giant Bavarian Nordic secures deal for 440k mpox jabs
Inside Bavarian Nordic: The $3.3 billion Danish pharma giant with the world’s only vaccine for mpox
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Mpox vaccine maker Bavarian Nordic’s stock jumps 10% as European country places jumbo order for doses
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