Mpox y la OMS: el nuevo mito de la caverna en la gestión sanitaria.
Condenados a Repetir Errores: Mitos y Realidades en la Crisis de Mpox
La OMS un oráculo imperfecto: PCR y las cadenas invisibles de la ciencia moderna.
La viruela del mono, o Mpox, ha surgido como un caso emblemático de la desproporción entre la realidad y la percepción pública, alimentada por el miedo que ha sembrado la era Covid. Con una tasa de supervivencia que roza la perfección estadística con un 99,942%, la Mpox ha puesto de manifiesto la fortaleza inherente a la mayoría de quienes padecen esta enfermedad.
Desde el inicio del brote en 2022, hasta febrero de 2023 se habían documentado 80.850 casos en todo el mundo, de los cuales sólo 55 resultaron mortales.
Sin embargo, ¿no es sintomático de nuestra época que, ante una evidencia tan abrumadora, la maquinaria gubernamental y mediática insista en mantener un tono de alarma? La falta de identificación de comorbilidades, localizaciones o factores socioeconómicos específicos que agraven la enfermedad o aumenten el riesgo de muerte debería ser motivo suficiente para reevaluar la narrativa que se ha construido en torno a este virus. Lo que plantea una pregunta más profunda: si los peligros son tan limitados, ¿por qué persiste la retórica de la emergencia? ¿No es esto una repetición de la miopía que ya hemos visto en el pasado reciente, donde la respuesta desproporcionada a una amenaza de baja mortalidad tiene consecuencias más perjudiciales que la propia enfermedad? La manipulación del lenguaje, el uso del término «caso» como un cajón de sastre que abarca desde los portadores asintomáticos hasta los enfermos graves, contribuye a inflar la percepción del peligro de forma engañosa.
Las fatídicas lecciones que deberían haber quedado grabadas en nuestras conciencias, cicatrices de la más reciente era Covid, parecen haberse disipado en el aire del olvido, revelando la incompetencia de quienes, cegados por la confianza en sus métodos, insisten en repetir los mismos errores que anteriormente condujeron a la confusión y al desastre. Los recuerdos de la polémica en torno al uso de la prueba PCR, como un eco en los oscuros recobecos de la ciencia, vuelven de nuevo con la aparición de la viruela del mono, mpox, en la escena mundial. Pero, ¿no se ha aprendido nada de las trágicas medidas aplicadas a los falsos positivos, de las cifras infladas que distorsionaron la realidad de la enfermedad en los últimos tiempos?
El alma de la prueba PCR, diseñada para detectar con extrema precisión el material genético de un enemigo invisible, no está exenta de la posibilidad de equivocarse en sus resultados. Y así, como un centinela demasiado vigilante que confunde la sombra con la amenaza, la PCR, en su afán por no pasar por alto el más mínimo rastro del virus, se convierte en un juez implacable que sentencia como «caso» positivo incluso a quienes no padecen ni transmitirán nunca la enfermedad. Es la sombra en el mito de la caverna, cuyos resultados devuelven Percepciones limitadas de la realidad. La PCR es como las sombras en el mito de la caverna de Platón que representan una visión distorsionada e incompleta del mundo real. Los resultados de la PCR son las sombras que simbolizan la ignorancia y las ideas equivocadas que nos impiden acceder al verdadero conocimiento sobre el diagnóstico.
Cuando la ciencia se convierte en caverna platónica
En estos tiempos de MPOX, donde la OMS se ha erigido como el nuevo oráculo de Delfos, es crucial examinar críticamente las herramientas a las que da cobertura para "iluminar" nuestra realidad. La prueba PCR, estandarte de la era Covid, se nos ha presentado como la antorcha que disipa las sombras de la ignorancia. Sin embargo, ¿no están simplemente proyectando nuevas sombras en las paredes de nuestra caverna moderna?
El espejismo de la precisión
La PCR, diseñada originalmente como herramienta de investigación, ha sido catapultada al estatus de oráculo diagnóstico. Su creador, Kary Mullis cual Prometeo modernos, nunca imaginó que su invención sería utilizada para encadenar sociedades enteras a una nueva percepción de la realidad. Los falsos positivos, esas sombras engañosas, han moldeado políticas, alterado economías y sembrado el miedo en el corazón de las masas.
La caverna del pensamiento único
Al igual que los prisioneros de Platón, hemos sido condicionados a aceptar estas sombras como verdades absolutas. Cada ciclo de amplificación de la PCR es como un eslabón más en las cadenas que nos atan a una visión distorsionada de la realidad. Los medios de comunicación, cual titiriteros modernos, proyectan estas sombras amplificadas en las paredes de nuestra conciencia colectiva.
El doloroso camino hacia la luz
Cuestionar la fiabilidad de la PCR como herramienta diagnóstica es equivalente a girarse hacia la luz cegadora fuera de la caverna. Es un proceso doloroso, que implica enfrentarse a la posibilidad de que se han estado basando decisiones trascendentales en meras sombras. La comunidad científica, cual prisionero que ha visto la luz, tiene la responsabilidad ética de comunicar las limitaciones de esta herramienta.
Más allá de las sombras: hacia una ciencia iluminada
Estas sombras simbolizan la mala interpretación de los resultados de PCR cuando se utilizan para diagnóstico en lugar de investigación, donde los falsos positivos conducen a conceptos erróneos sobre la prevalencia o gravedad de Mpox. Las sombras son indistintas y exageradas, representando cómo los resultados pueden distorsionar la realidad de la situación.
Las personas el público en general e incluso a algunos profesionales de la salud que pueden estar "encadenados" por la creencia de que las pruebas PCR son herramientas de diagnóstico definitivas, en lugar de reconocer sus limitaciones son únicamente herramientas de investigación.
El científico de rostro oscurecido es el director que ha pasado a ser esa figura que simboliza la confianza bien intencionada pero potencialmente equivocada en las herramientas científicas sin una comprensión completa de su aplicación apropiada. Que constantemente ha estado dando pruebas de una falta de transparencia o comprensión.
La búsqueda de la verdad y el conocimiento, donde liberarse de las sombras significa ir más allá de la dependencia de herramientas imperfectas hacia una comprensión más matizada del diagnóstico de enfermedades.
Es criticable la dependencia excesiva de las pruebas PCR como herramientas de diagnóstico para Mpox. Los prisioneros de la caverna confunden las sombras con la realidad, existe el peligro de confundir los resultados de PCR con diagnósticos definitivos. debo instar a los espectadores a cuestionar las sombras proyectadas por las herramientas de la ciencia, abogando por un uso más crítico e informado de dichas pruebas.
Es imperativo que reconozcamos la PCR por lo que es: una herramienta de investigación valiosa, pero imperfecta como método diagnóstico definitivo. Debemos aspirar a una ciencia que no se conforme con proyectar sombras, sino que busque iluminar la realidad en toda su complejidad.
En este contexto, el término «caso» se convierte en un término devaluado, que en lugar de iluminar la verdad, la oscurece con su ambigüedad.
Como un oráculo que se expresa en un lenguaje enigmático, las políticas de medidas según la PCR pronuncian su veredicto sin tener en cuenta el contexto clínico, sin discernir entre el mero vestigio de una presencia inerte y la amenaza de una enfermedad activa. Del mismo modo que el brote de COVID-19 puso de manifiesto las grietas de los sistemas sanitarios, donde la precipitación y el miedo alimentaron decisiones erróneas, la posibilidad de que MPOX se enfrente a la misma locura se cierne ominosamente sobre nosotros. Una vez más, existe el riesgo de que los esfuerzos de los especialistas se midan no por la realidad de la enfermedad, sino por su capacidad para detectar MPOX en cada rincón, convirtiendo el diagnóstico en un ejercicio de sobreexposición que confunde más que aclara.
La ironía es que, en su afán por proteger al público, las autoridades sanitarias pueden caer una vez más en la trampa de sobrestimar el peligro, de inflar las cifras hasta el absurdo, convirtiendo un problema manejable en una calamidad fabricada por un exceso de celo. Sin duda, las decisiones se tomarán con la misma precipitación temeraria que antes, sin pararse a considerar las lecciones del pasado, sin aplicar la prudencia que exige el equilibrio entre la cautela y la razón.
Por otra parte, la exclusión mediática que se impuso a las voces disidentes durante la era covid, so pretexto de proteger al público de la desinformación, corre el riesgo de repetirse en esta nueva coyuntura. «Médicos por la Verdad», cuyas críticas se erigieron en faro, en la tormenta de la desinformación, fuimos silenciados y condenados al ostracismo mediático, dejando al mundo a merced de una única narrativa, dictada por intereses que no siempre coinciden con el bienestar público. Si esta dinámica se repite, la sociedad volverá a ser víctima del monopolio del discurso, incapaz de escuchar las advertencias que podrían salvarla de caer en el mismo abismo de confusión y pánico.
En lo que respecta a la gestión de los tratamientos, la historia reciente nos enseña que las decisiones precipitadas basadas en datos frágiles y juicios precipitados pueden conducir a la tragedia. El escándalo en torno a la hidroxicloroquina, ese medicamento que primero fue alabado y luego vilipendiado con igual fervor, demuestra la fragilidad de la ciencia cuando es manipulada por intereses ajenos a la verdad. Si los tratamientos propuestos para la viruela del mono corren la misma suerte, no cabe duda de que las consecuencias serán igualmente desastrosas.
Las alimañas que no esperan una crisis, sino que la provocan activamente, son las mismas que se esconden bajo el disfraz de la autoridad y el conocimiento, perpetuando un ciclo de miedo y control que sólo beneficia a unos pocos. En este peligroso juego, en el que los papeles están predefinidos y los guiones se repiten con una perfección cada vez más inquietante, los ciudadanos de a pie no son más que peones, manipulados al servicio de intereses que desconocen.
El nombre del juego es la reverencia ciega hacia las autoproclamadas «autoridades», aquellas que, en nombre de la ciencia, se atreven a dictar verdades absolutas sobre una disciplina que aún está en plena evolución. Pero, ¿cómo pueden estas figuras arrogarse tal poder cuando la propia ciencia que dicen representar es, por naturaleza, un campo en constante desarrollo y cuestionamiento? Aquí es donde la ética -o más bien la falta de ella- desempeña un papel crucial. Necesitamos líderes que no sólo comprendan la ciencia, sino que también posean la integridad moral necesaria para resistir a las fuerzas de la codicia y la maldad que tan a menudo corrompen el proceso científico.
El miedo y la codicia son las herramientas de estos manipuladores, que explotan la ignorancia y la inseguridad para consolidar su poder. Si te han engañado una vez, puedes excusarte alegando ignorancia; si te han engañado dos veces, entonces la responsabilidad empieza a recaer sobre ti. Pero si te dejas engañar una tercera vez, habrás renunciado a tu propia libertad y al derecho a vivir una vida de alegría y autonomía.
No seas un peón en un juego sobre el que no tienes ningún control. Despierta y cuestiona las narrativas que te imponen. Los guiones son, en efecto, repetitivos, pero eso sólo significa que los patrones son predecibles y, por tanto, evitables. Los papeles que estos «expertos» han elegido para sí mismos y para los demás están claros, pero tú tienes el poder de rechazar el papel que te han asignado y escribir tu propia historia.
Las vacunas contra la viruela, como la MVA-BN (también conocida como Imvanex, Jynneos o Imvamune), diseñadas a partir de una cepa de vaccinia modificada y atenuada, se desarrollaron con el fin de atenuar el desencadenamiento de una respuesta inflamatoria grave en el corazón, la inflamación simultánea del músculo cardíaco y del pericardio, observada tras la vacunación con la cepa DryVax®, que son los riesgos conocidos de sus predecesoras. La prudencia exige no bajar la guardia. Aunque el uso de una cepa más segura sugiere un menor riesgo de miopericarditis, la naturaleza intrínsecamente incierta de cualquier intervención médica masiva exige una vigilancia constante. La experiencia nos enseña que la ciencia, lejos de ser un dogma inmutable, es un camino sembrado de descubrimientos fortuitos, complicaciones inesperadas y verdades a medio descubrir. El espectro de las complicaciones cardíacas que en su día aterrorizó a los vacunados contra la viruela se cierne como una advertencia: en ciencia, como en la vida, «la propaganda es segura y eficaz»; la certeza absoluta es un lujo que rara vez podemos permitirnos. Por ello, la comunidad científica y las autoridades de salud pública deben mantener una actitud de escrutinio y transparencia, abogando por la seguridad del individuo sin sacrificar la honestidad ante posibles fallos del sistema.
La declaración de SAVIMS, un colectivo que se erige en defensa del análisis crítico y de los derechos humanos, ilumina con brutal claridad las inconsistencias y peligros inherentes a este programa, promovido por autoridades como el director general de los CDC de África y el de la OMS.
El documento de SAVIMS es especialmente acertado al poner de relieve la falta de consentimiento informado legítimo, un principio ético fundamental que corre grave peligro de ser violado. En un contexto en el que las poblaciones afectadas carecen a menudo de acceso a una educación sanitaria adecuada, es aún más imperativo que las autoridades respeten el derecho a la autodeterminación médica. Sin embargo, este derecho se está viendo menoscabado por las prisas y presiones para desplegar estas vacunas.
SAVIMS también expone un hecho que debería causar alarma: la viruela del mono, en su forma actual, se manifiesta predominantemente como una enfermedad autolimitada, lo que cuestiona la justificación de una intervención tan drástica. Es vital plantearse si realmente estamos ante una emergencia que justifique tal respuesta o si, por el contrario, estamos siendo arrastrados por una narrativa que favorece más los intereses económicos y políticos que la salud pública.
La advertencia sobre los efectos adversos documentados de las vacunas propuestas no puede ser ignorada, ni tampoco la ironía de que contengan cepas vivas de un virus que fue erradicado con gran esfuerzo hace décadas.
SAVIMS destaca la ausencia de informes de autopsias y la falta de datos fiables sobre la viruela del mono en África. Recopilar estadísticas sin la debida diligencia científica no sólo es irresponsable, sino que pone en entredicho la veracidad de la supuesta emergencia. Es imperativo que estos datos sean auditados de forma independiente para garantizar que no estamos ante un espejismo manipulado por los intereses de unos pocos.
La propuesta de vacunación de emergencia no se basa en fundamentos científicos sólidos, sino que parece ser el resultado de una peligrosa mezcla de miedo, codicia y desinformación. Debemos cuestionar profundamente las decisiones que se toman en nombre de la salud pública, y de rechazar la sumisión ciega a quienes se proclaman expertos sin demostrar su verdadera autoridad en un campo tan delicado. África merece algo más que ser el campo de pruebas de experimentos infundados; merece respeto, ética y, sobre todo, verdad. Por último, la responsabilidad de las autoridades, un espectro que siempre parece estar presente pero nunca se materializa en acción, debe invocarse con inusitada fuerza. La gestión de esta declaración de emergencia no puede quedar exenta de la tan necesaria rendición de cuentas. Las decisiones deben ser evaluadas con rigor, no sólo en caliente, sino a la fría luz del análisis posterior, y para ello es imprescindible un debate abierto, libre de censuras y restricciones, que permita escuchar todas las voces, incluso las discrepantes.
Este debate no puede ser una mera pantomima, un espectáculo para apaciguar conciencias intranquilas. Necesitamos una comisión de investigación que no sea un mero escaparate, sino un órgano capaz de ahondar en las profundidades de la verdad, de desenmascarar los errores y de señalar con firmeza a los responsables. Sólo así, enfrentándonos frontalmente a los demonios de la ignorancia, la negligencia y la arrogancia, podremos evitar que la historia se repita y que el desastre que se vislumbra en el horizonte se haga realidad. Porque sólo en la verdad, por dolorosa y cruda que sea, reside la esperanza de que la humanidad pueda por fin aprender de sus errores y no siga condenada a repetirlos sin fin.
En esta encrucijada, se revela una vez más la necesidad de un enfoque más prudente y racional. La experiencia reciente debería haber sido una lección suficiente para desconfiar de las estadísticas cuando se presentan sin contexto y exigir un análisis más riguroso y menos sensacionalista de los riesgos reales. Así, como una sombra que amenaza con volver, el espectro del alarmismo sanitario debe ser desterrado no con más miedo, sino con una reevaluación crítica de nuestras respuestas, que privilegie la verdad sobre la histeria, la razón sobre la emoción y la prudencia sobre la precipitación.
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Declaración Savims https://drive.google.com/file/d/1_BPpjOHX4R6MfNFAJHBSGiydSl5im_o0/view?usp=sharing
Agradecería una redacción más concisa y precisa.