Trump ha firmado la orden ejecutiva de retirar a Estados Unidos de la OMS
La Unión Europea como una extensión de los intereses globales de la OMS y la amenaza de la censura a la libertad. Europa en la sombra de la OMS: El pacto mortal que arrastra a la Libertad.
La Segunda salida de un Juego Global Mortal: La Retirada de Estados Unidos, la ascensión de Robert F. Kennedy Jr., y la cruda realidad de un sistema de salud corrupto.
La OMS es un mausoleo lleno de hipocresía, un monumento a la contradicción, una institución que, bajo el pretexto de salvar vidas, ha cimentado su poder a costa de intereses oscuros y de una falta de comprensión galopante de los verdaderos problemas de la salud mundial. Y ahora, con la firma de Donald Trump, la retirada de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud no es sólo una advertencia de que los juegos de poder global están lejos de ser altruistas: es la segunda vez que Trump hace el mismo gesto con desdén, levantando la mano para distanciarse de esta estructura falaz que se enorgullece de ser el gran árbitro de la salud del planeta. Esta retirada, lejos de ser un accidente de la geopolítica actual, es un síntoma de la creciente desconfianza hacia un sistema incapaz y comprometido sólo con sus propios intereses.
En el vídeo Donald Trump en el momento que firmaba la orden ejecutiva de restirade de EEUU de la OMS, en su primer dá de mandadro. 20/01/2025
Hace cuatro años, en 2021, Trump ya había tomado una decisión similar. En esa ocasión, su decisión se enmarcó en el contexto de su enfrentamiento con la OMS por su gestión de la pandemia. Trump, en su estilo característico, no dudó en adoptar una postura radical, alegando que la OMS no estaba a la altura, que sus esfuerzos eran erráticos. Hoy, esa misma OMS, que siguió avanzando bajo la “máscara” de la autoridad y el pseudo consenso científico logrado solo censurando a miles de médicos y científicos que someten la ciencia a la falsabilidad, vuelve a ser objeto del rechazo de Trump. Sin embargo, este segundo retiro es una reafirmación de un desacuerdo estructural con una entidad que, lejos de ofrecer soluciones reales, ha engordado a las industrias farmacéuticas y mantenido a los gobiernos complacientes. El hecho de que esta retirada se produzca el primer día de su nuevo mandato presidencial es una clara declaración de que no hay vuelta atrás: el divorcio entre Estados Unidos y la OMS ya es definitivo, y es un mensaje que se hace eco de una pregunta incómoda para muchos covidianos: ¿cuánto tiempo más seguiremos confiando en una organización cuya política parece estar regida más por intereses que por la salud pública?
Y en este contexto, la figura de Robert F. Kennedy Jr., recientemente nombrado por Trump como secretario de Salud y Servicios Humanos, entra en escena con un peso que va mucho más allá de un simple nombramiento. Kennedy, conocido por sus implacables críticas a la industria farmacéutica, no es un personaje que pase desapercibido. Su inclusión en el gabinete de Trump pone de relieve la profundidad de la nueva política estadounidense: por un lado, el gobierno se retira de la OMS, y por otro, coloca en la cima de la salud pública a un hombre que ha dedicado su carrera a denunciar los excesos totalitarios en la medicina y la manipulación de la ciencia en beneficio de los intereses corporativos.
Esto, naturalmente, abre un sinfín de preguntas sobre las verdaderas motivaciones detrás de este nombramiento. Si la OMS representa la cúspide del pseudoconsenso científico global, Kennedy representa su antítesis. La elección de Trump parece, más que una respuesta a la crisis de la COVID, una declaración de guerra contra un sistema de salud global que se ha convertido, en su visión, en un mecanismo de control y lucro. La promesa de una nueva dirección en la política sanitaria de Estados Unidos, con Kennedy al mando, es una de confrontación y revisión, un rechazo del status quo en el que las decisiones sanitarias se toman lejos de los ciudadanos, en los pasillos del poder y en las salas de juntas de las compañías farmacéuticas.
Sin embargo, lo que muchos no ven es que este juego de ajedrez geopolítico, en el que las piezas de la OMS y las jugadas de Trump se despliegan con calculada precisión, esconde algo más profundo: una falta de confianza en las instituciones y un creciente desencanto con un sistema de salud global que, en lugar de responder a las necesidades de la gente, sigue jugando un juego de poder y corrupción donde las vidas humanas son sacrificadas constantemente al totalitarismo autoritario de los intereses económicos.
La retirada de Trump, entonces, no es un acto aislado o puramente partidista, sino el reflejo de un fenómeno global que muchos se niegan a reconocer: la crisis de legitimidad de la OMS y de los sistemas de salud internacionales en general. Durante años hemos asistido a un triste espectáculo: instituciones que, bajo el manto de la ciencia y el altruismo, que por cierto se presume filantropía, de aquel que justo antes de la pandemia compró miles de millones de acciones de Pfizer a 18 euros, pidió públicamente que se vacunara a la fuerza si era necesario, después de conseguir vacunar a miles de millones de personas en todo el mundo, vendió esas mismas acciones a 300 euros y el mismo día de su venta pasó a decir públicamente en los medios que las vacunas no servían y había que mejorarlas. No han sabido ofrecer respuestas claras y eficaces, mientras las naciones se ven obligadas a negociar con esa maquinaria imponente y siempre ineficaz.
Éste es, pues, el verdadero mensaje de Trump y Kennedy: la salud no debe ser un terreno de juego para los intereses corporativos ni una excusa para el autoritarismo global. Y, si bien sus decisiones pueden parecer, a ojos de algunos, la respuesta de un “derechista”, en el fondo son el reflejo de la desesperación ante un sistema que, pese a su inmensidad, se ha mostrado alarmantemente distante de la realidad humana y de las verdaderas necesidades de la población.

Lo que está en juego no es sólo un repliegue político, sino una redefinición de lo que significa cuidar la salud de una nación y del mundo. Y mientras Trump desafía a la OMS y pone a Kennedy y al autor Dr. Ray Bathacharya junto a la Dra. Sunetra Gupta y el Dr. Martin Kullforf al frente de la batalla, el resto de nosotros debemos preguntarnos: ¿Por qué seguir ciegamente las narrativas dominantes, o es mejor cuestionar los pilares sobre los que se construye este imperio de la salud?
Desde el momento en que la Unión Europea, en 2022, le dio a la Organización Mundial de la Salud (OMS) el liderazgo absoluto sobre todas sus políticas, incluidas las relacionadas con la salud pública y la sostenibilidad climática, Europa ha sido secuestrada por un monstruo de múltiples cabezas: la OMS, ahora una especie de titiritero de los gobiernos europeos, cuyo mando se extiende más allá de la salud y la ciencia, moviendo los hilos invisibles del control social y político. Sin embargo, este alarmante giro no se limita a una mera anécdota de la política global, sino que es la última fase de un proceso sistemático de subordinación que convierte a la Unión Europea en una extensión de una organización internacional cuyos intereses son, en última instancia, muy ajenos a las necesidades reales de sus ciudadanos.
El reglamento aprobado en 2022 por los parlamentarios europeos y el Consejo de la UE no solo ratificó el liderazgo de la OMS, sino que amplió su alcance hasta lo que podemos llamar la perversión del concepto de “salud pública”. La OMS, que históricamente se ha presentado como el árbitro global de la salud, ha dejado claro, en sus acciones más recientes, que su verdadera misión excede los límites de la salud. En este nuevo orden mundial, la salud se entrelaza con el clima, las políticas económicas e incluso las libertades individuales, convirtiendo a la OMS en una entidad que gestiona la vida de las naciones no solo a través de directrices sanitarias, sino también mediante la imposición de narrativas que eliminan cualquier disenso. En este contexto, Europa se ha convertido en el laboratorio perfecto para estos experimentos de control, donde la voz del pueblo ha sido silenciada y la burocracia internacional ha tomado las riendas.
Un claro ejemplo de este control es la reciente adopción de políticas de censura bajo el pretexto de la “desinformación”, un concepto tan elástico y nebuloso que se ha convertido en la excusa ideal para silenciar a quienes cuestionamos las versiones oficiales impuestas desde arriba. En este nuevo orden, las voces disidentes, quienes nos atrevemos a desafiar las narrativas establecidas sobre la era Covid, el clima o las políticas de salud pública, somos tildados de “negacionistas” o “peligrosos”. Esta es la esencia de la censura previa, una práctica que debería ser condenada por su propia inconstitucionalidad, como lo hizo la sala constitucional costarricense cuando dijo que era inconstitucional no permitir a la doctora Karina Acevedo, a la doctora Chinda Brandolino, al doctor Héctor Carvallo, a la doctora Roxana Bruno y a mí dar una conferencia en el Colegio de Médicos de San José y que si lo volvían a hacer, impondrían dos años de prisión al presidente del Colegio de Médicos y multas. Bajo el pretexto de la lucha contra la desinformación, la censura previa se ha legitimado y aplicado rígidamente, convirtiéndose en un cáncer que devora las libertades más básicas de los ciudadanos. Y en este escenario, la UE, como apéndice de la OMS, se ha convertido en cómplice de este atropello.
No podemos obviar que la misma estrategia que se impone a nivel europeo es la que se ha implementado en otras partes del mundo, y que ha llevado a que la OMS, más que una organización humanitaria, sea vista como un brazo ejecutivo de intereses globales que están muy por encima de la salud pública. Bill Gates, figura omnipresente en las políticas de la OMS, se erige como uno de los principales patrocinadores de este sistema, que se disfraza de altruismo mientras sirve a la manipulación de las masas y a la concentración de poder en manos de unos pocos. Es más, el reciente nombramiento por parte de Trump de Robert F. Kennedy Jr. como Secretario de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos representa, en cierto modo, una respuesta frontal a este modelo. Si la OMS y sus aliados, como los grandes magnates tecnológicos y farmacéuticos, controlan el discurso global sobre la salud y el bienestar, Kennedy, con su postura crítica y su denuncia de los excesos de la industria farmacéutica, parece representar una amenaza para ese discurso único. La lucha por la autonomía de los países y por la libertad de expresión, que fue abrumadora en Europa, ha tomado forma en una resistencia que avanza, aunque todavía débil, en otras partes del mundo.
Y en este cuadro de intrincadas alianzas y poderes invisibles, la verdadera tragedia no es solo el sometimiento de las naciones a los dictados de una institución internacional, sino la pérdida completa de la capacidad de autogobierno que vive Europa. Antaño cuna de los ideales democráticos, se ha convertido ahora en terreno fértil para el avance de una agenda autoritaria, en la que las decisiones globales sobre salud, clima y política económica se imponen desde arriba, sin dejar espacio para la sujeción de la ciencia a la falsabilidad o al cuestionamiento científico. La influencia de la OMS, a través de sus aliados en los gobiernos de Europa, ha conseguido, con una eficacia asombrosa, despojar a los ciudadanos europeos de su derecho a decidir sobre su propio destino. Y si hay algo que nos enseña la historia es que, cuando un poder externo tiene la capacidad de decidir por nosotros, nuestra libertad se ve seriamente amenazada.
La OMS, en su papel de organismo internacional que se presenta como infalible, ha conseguido lo que parecía imposible: no sólo ha ganado el control sobre las políticas sanitarias de los Estados miembros de la UE, sino que ha logrado moldear, a través de sus aliados y financiadores, una estructura que ahora se extiende a ámbitos como la desinformación, la libertad de expresión y el pensamiento crítico. La Unión Europea, en su ceguera, se ha dejado llevar por la corriente, aceptando sin rechistar su papel de subordinada de una maquinaria global cuyo principal objetivo parece ser la consolidación del poder absoluto.
Es urgente que Europa despierte de su letargo y recupere su soberanía. La retórica de la salud pública y la lucha contra la desinformación, tan conveniente a los intereses de los poderosos, debe ser rechazada con fuerza. Europa necesita liberarse de esta red de control que se ha tejido alrededor de sus países, porque de lo contrario, el futuro que nos espera no será de progreso, sino de totalitarismo. Debe llegar la hora de la liberación, y la resistencia empieza por la toma de conciencia. No podemos permitir que la OMS y sus cómplices sigan marcando el rumbo de nuestras naciones; debemos exigir el restablecimiento de nuestras libertades, la autonomía de nuestras decisiones y el derecho a la verdad.
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Una PROMETEDORA y EXCELENTE noticia. Los que hemos PADECIDO los ATAQUES de estos SÁTRAPAS que generaron tantas MUERTES entre los TELECREYENTES del mundo entero SABEMOS que, al igual que con el AJEDREZ, un ENROQUE es la SALVACIÓN MOMENTÁNEA del REY, quien le debe este ALIVIO a la TORRE. Pero, LA PARTIDA NO ESTÁ CONCLUÍDA y NO DEBEMOS BAJAR LOS BRAZOS en nuestra LUCHA CONTRA los GENOCIDAS porque ELLOS SEGUIRÁN ATACÁNDONOS. Estar ALERTAS, hacernos ESCUCHAR y PERSEVERAR en la RESISTENCIA contra los sátrapas es ya NO SOLO NUESTRO DERECHO sino NUESTRA OBLIGACIÓN. No olvidemos que el hecho de que DESAPAREZCA un TIRANO no siempre es EL FIN DE LA TIRANÍA. Por eso, desde cada rincón del planeta hay que seguir erigiendo el ESTANDARTE de la RESISTENCIA y del ENFRENTAMIENTO contra los SATANISTAS travestidos de DISPENSADORES DE LA SALUD. Gracias, Admirada Doctor Natalia, porque usted es una de las GLADIADORAS que NUCA CEDIÓ y porque PERSEVERA en esta PARTIDA en la que, a pesar del ENROQUE, hay que hacerle JAQUE MATE al "REY" Desde Mendoza, Argentina: compartiendo su mensaje.